Durante estos días hemos escuchado y leído diferentes declaraciones relacionadas con la controvertida reforma constitucional, sobre el llamado déficit estructural (olvidémonos del déficit cero para no herir sensibilidades).
“La deuda pública crea una carga para las generaciones futuras”, “la reforma… evita que se trasladen a las generaciones futuras los excesos de las cuentas públicas”, etcétera.
Discutible.
Lo primero es hacer hincapié en por qué se produce el déficit. Los Estados mantienen una capacidad de ingresos básicamente mediante impuestos y, con ellos, deben hacer frente a los gastos presupuestados (sanidad, educación, pensiones, compras de bienes y servicios,…). Cuando estos últimos son superiores a los primeros se produce el llamado déficit, que debe ser financiado. Existen tres vías para ello: Más impuestos, creación de dinero y emisión de deuda pública. La primera vía no gusta, la segunda, la política monetaria, está cedida a la UE (Banco Central) y sólo nos queda la tercera, pidiendo prestado dinero a cambio del pago de intereses. Deuda pública que es suscrita por diferentes tipos de inversores.
Entiendo que el centro del debate se encuentra en la carga financiera que supone la emisión de esta deuda, ya que varía en función de la confianza que obtengamos de los mercados.
Pero, ¿realmente esta deuda supone una carga para generaciones futuras?
Como sabemos todos (lo experimentamos en nuestra propia carne como contribuyentes), el Estado recauda anualmente los impuestos con los que deberá hacer frente al pago de sus obligaciones, y entre éstas se encuentra el pago de los intereses de la deuda pública a quienes poseen los títulos. Intereses que se devengan, también, anualmente, y que son abonados a los diferentes inversores cada año. Así pues, durante la vida de la deuda (bonos, obligaciones,…) se recaudan cada año impuestos para pagar los intereses de ese mismo año. ¿Se traslada la carga a las generaciones futuras, o más bien, se produce una transferencia entre grupos sociales?
Tampoco debemos olvidar que estos intereses son gravados con impuestos, por lo que aquéllos que reciben los ingresos tributan a la arcas del Estado.
En definitiva, traslado de un grupo social a otro, de los que pagan los impuestos a los que poseen los títulos de deuda (coinciden muchas veces), no de una transferencia entre personas de un período a otro. Alguno me dirá que no coinciden, pero recuerden que los que compran la deuda pública son tanto inversores particulares, como fondos de pensiones, fondos de inversión, aseguradoras,…
Quizás el debate deba centrarse en por qué se genera el déficit, ¿tiene alguna virtud?
Cuando un país como el nuestro, que mantiene una importante diferencia en gasto social respecto a la media europea, ¿cómo reducirá esta diferencia con déficit cero? Perdón, estructural.
Venía a decir un comentarista: “se ha enterrado definitivamente a Keynes”. Para los que desconozcan sus propuestas, decirles que podrían resumirse de la siguiente forma: cuando la locomotora no marcha por sí sola hay que echarle carbón (gasto público). Y un político decía hoy que llevamos dos años mandando mensajes a los mercados y éstos no han mandado ninguno satisfactorio; quizás sea hora de cambiar el discurso.