Formar parte de la Unión Europea (UE) tiene sus cosas buenas pero indudablemente también sus inconvenientes. Una de las peculiaridades que acompañaron a la creación de la UE es el hecho de que los países que la integran han cedido gran parte de sus políticas a instituciones supranacionales, por ejemplo, el Banco Central Europeo (BCE). Éste tiene como objetivo último la estabilidad de precios en la zona euro, es decir, mantener la inflación armonizada por debajo del 2%. Con ello se pretende garantizar una tasa de crecimiento y la calidad de vida de los europeos.
Dentro de las políticas macroeconómicas que las autoridades poseen o utilizan para influir u orientar los objetivos previamente establecidos (estabilidad de precios) se encuentra la política monetaria. Si la actividad económica no circula a la velocidad adecuada, el Banco Central puede, por un lado, aumentar la oferta monetaria (más dinero en circulación), y por otra, reducir los tipos de interés nominales.
Pero para llevar cabo esta política, el BCE tiene que tener en cuenta la inflación armonizada de la zona euro, la estabilidad de precios. Con una inflación alta no puede bajar tipos de interés ni aumentar la oferta monetaria ya que contribuiría a un incremento de la inflación, afectando negativamente a la tasa de crecimiento y, por ende, a la calidad de vida de los ciudadanos.
Así pues, el control de la inflación armonizada se presenta como una variable fundamental a la hora de tomar decisiones. Pero para el cálculo de esta inflación armonizada en la zona euro se tiene que tener en cuenta el peso de las economías de los países que la integran, es decir, existe una ponderación en función del Producto Interior Bruto (PIB) de cada país y, solamente, Alemania, Francia e Italia ponderan el 65%.
¿Y qué ha sucedido durante estos últimos años? Como recordarán algunos, la economía española ha estado creciendo a ritmos altos, siendo la envidia de muchos (jugábamos en la Champion League). Por su parte, los países citados anteriormente, mantenían tasas de crecimiento del PIB modestas.
Pues bien, ante el escaso problema que suponía la inflación armonizada de la zona euro, el BCE decidió bajar los tipos de interés nominales para reactivar la economía de la locomotora de la UE, con los consiguientes efectos negativos para la economía española (entre otras): con tipos de interés bajos se produjo un alto crecimiento de la demanda de crédito, aumento de la deuda de familias y empresas, etc., etc. Todo ello contribuyó a la formación de una burbuja inmobiliaria. El resto ya lo saben.
Dentro de las políticas macroeconómicas que las autoridades poseen o utilizan para influir u orientar los objetivos previamente establecidos (estabilidad de precios) se encuentra la política monetaria. Si la actividad económica no circula a la velocidad adecuada, el Banco Central puede, por un lado, aumentar la oferta monetaria (más dinero en circulación), y por otra, reducir los tipos de interés nominales.
Pero para llevar cabo esta política, el BCE tiene que tener en cuenta la inflación armonizada de la zona euro, la estabilidad de precios. Con una inflación alta no puede bajar tipos de interés ni aumentar la oferta monetaria ya que contribuiría a un incremento de la inflación, afectando negativamente a la tasa de crecimiento y, por ende, a la calidad de vida de los ciudadanos.
Así pues, el control de la inflación armonizada se presenta como una variable fundamental a la hora de tomar decisiones. Pero para el cálculo de esta inflación armonizada en la zona euro se tiene que tener en cuenta el peso de las economías de los países que la integran, es decir, existe una ponderación en función del Producto Interior Bruto (PIB) de cada país y, solamente, Alemania, Francia e Italia ponderan el 65%.
¿Y qué ha sucedido durante estos últimos años? Como recordarán algunos, la economía española ha estado creciendo a ritmos altos, siendo la envidia de muchos (jugábamos en la Champion League). Por su parte, los países citados anteriormente, mantenían tasas de crecimiento del PIB modestas.
Pues bien, ante el escaso problema que suponía la inflación armonizada de la zona euro, el BCE decidió bajar los tipos de interés nominales para reactivar la economía de la locomotora de la UE, con los consiguientes efectos negativos para la economía española (entre otras): con tipos de interés bajos se produjo un alto crecimiento de la demanda de crédito, aumento de la deuda de familias y empresas, etc., etc. Todo ello contribuyó a la formación de una burbuja inmobiliaria. El resto ya lo saben.