Hace unos meses, durante una conversación que mantenía con un amigo al que aprecio mucho, éste me comentó por qué no explicaba los motivos por los cuales las Entidades Financieras (él nombró a los bancos) ya no nos concedían préstamos, cuando hacía apenas un año estaban dispuestos a financiar todo lo que necesitáramos. En ese momento tenía ya claro cuál era el problema y cuál era la respuesta más sencilla ¡No tienen dinero! Me explicaré.
Lo primero, y aunque parezca obvio, qué es una entidad financiera y cuál es su función principal. Entre las más conocidas podemos citar a los bancos comerciales y a las cajas de ahorro, cuya actividad principal es la de actuar como intermediarios entre aquéllos que tienen excedentes de dinero, es decir, los ahorradores, y aquéllos que necesitan dinero para sus proyectos, los demandantes.
Una de las peculiaridades del sistema financiero es su capacidad para “multiplicar” el dinero; sí, como lo leen. Son capaces de multiplicar el dinero que nosotros ingresamos, por ejemplo, en una cuenta de ahorro. Debe de ser de los pocos milagros que se producen en la actualidad. Espero que nadie se ofenda, sólo es una broma. Pero lo cierto es que son capaces de producir este “milagro”. El proceso no es complicado, aunque evitaré explicarlo en su totalidad para no aburrirles. Únicamente decirles que, por ejemplo, a partir de un depósito inicial que nosotros realicemos, la entidad financiera a través de sucesivos préstamos y nuevos depósitos va creando dinero en el sistema, hasta un cierto límite. Éste viene impuesto por las autoridades a través del llamado “coeficiente de caja o de reservas”. Así, por ejemplo, un depósito inicial de 1000 euros podría convertirse en varios depósitos cuya suma total podría ser de 5000 euros, en función de cual sea dicho coeficiente.
Ahora vamos a realizar un simple ejercicio de imaginación y supongamos que parte de estos préstamos han sido concedidos a empresas constructoras, a personas que deseaban comprar vivienda, vehículos, etc. y, como ya tenemos cierta experiencia de lo que ha ocurrido en nuestro país, también vamos a suponer que uno de estos clientes que ha recibido un préstamo tiene dificultades para devolverlo. ¡Un pequeño problema para la entidad financiera! Otro día, uno de los clientes de esta entidad, decide retirar su depósito. ¡Tampoco hay problema! Las entidades financieras acuden con frecuencia a los mercados financieros para obtener los recursos que utilizan en su funcionamiento diario. En estos mercados se prestan unas a otras el dinero que precisan a través de una serie de operaciones (subastas, préstamos, …), a cambio de ciertas garantías. Hasta aquí todo normal, salvo el problemilla del impago que se avecina por parte del cliente que no puede devolver el préstamo y el depósito cancelado por el otro cliente.
Pero un día nos levantamos y escuchamos las noticias sobre los problemas que padecen algunas empresas del sector de la construcción y también escuchamos que se sospecha que algunos bancos pueden estar afectados por la situación. Escuchamos que las bolsas están cayendo con fuerza; se anuncian intervenciones bancarias y de entidades aseguradoras,… ¡Empieza el pánico! En la televisión se pueden ver personas a las puertas de algunas entidades bancarias que quieren retirar sus depósitos (no en España).
Los préstamos que nuestra entidad había concedido comienzan a mostrar síntomas de morosidad, pero a pesar de ello tiene que seguir funcionando; tiene clientes que demandan líneas de crédito, préstamos, descuentos de efectos, clientes que emiten talones y pagarés que deben ser atendidos con fondos depositados en la entidad, etc. No tiene otro remedio que acudir nuevamente a los mercados, pero, ¡sorpresa! ya no es tan fácil conseguir los fondos que precisa. Los medios de comunicación anuncian problemas en el sistema financiero y las entidades financieras comienzan a mirarse con recelo unas a otras ¿Cuál de ellas tendrá problemas de solvencia? ¿Quién prestará fondos sin la seguridad de que le vayan a ser devueltos o sin las garantías suficientes? Aquellas entidades dispuestas a prestar exigen un tipo de interés muy elevado que en muchos casos no puede ser asumido por las que necesitan financiación. Y aquí entran en juego las autoridades, los gobiernos de cada país, apoyando a sus bancos, cajas; avalándolas para que puedan obtener recursos a un coste más bajo, pero exigiendo a cambio que la financiación llegue a empresas y familias. Pero ésta no llega ¿Por qué? Algunas tienen verdaderos problemas de solvencia como consecuencia de la alta morosidad que padecen y deben hacer frente a los intereses de los préstamos que las propias entidades han recibido, por lo que utilizan los fondos obtenidos (a un tipo de interés del 1%) para reinvertirlos (por ejemplo, en deuda pública al 4%) en lugar de canalizarlos a la sociedad.
Ante los requerimientos por parte de las autoridades para que el crédito llegue a las familias, algunas de estas entidades han buscado la forma de eludir esta obligación concediendo préstamos a sus mejores clientes, con el compromiso de que éstos depositen en cuentas de la propia entidad esos préstamos. De esta forma aparecen reflejados en los balances la concesión de nuevos préstamos.
Otro síntoma de que algo no va bien lo podrán comprobar si echan un vistazo a la prensa económica, y verán que existen entidades que actualmente ofrecen depósitos a sus clientes al 4% para intentar captar financiación, posiblemente debido a las dificultades y al elevado coste exigido para adquirirla en los mercados financieros.
Estando así las cosas no se extrañen de que resulte complicado conseguir un préstamo o renovar una línea de crédito; las entidades miran con lupa a quiénes deben financiar (algunas de ellas tienen entre sus activos más ladrillos que dinero, y el poco que tienen lo soltarán con las garantías suficientes y con un coste elevado). “El presidente del BBVA reconoció que la banca española tiene problemas severos para financiarse en los mercados de capitales” (14/06/2010).
En 1863, Hugo McCulloch, interventor de la moneda y posterior secretario del Tesoro de Estados Unidos, dirigió una carta a todos los bancos nacionales en la que daba ciertos consejos a los banqueros respecto a lo que debería ser un “recto proceder”; algunos consejos eran: “No conceda créditos que no estén asegurados más allá de toda contingencia razonable”; “Los créditos elevados concedidos a una firma o a un individuo únicos, aunque pueden ser lícitos y necesarios, son generalmente poco juiciosos y frecuentemente inseguros”; “Pague a sus empleados salarios que les permitan vivir con holgura y respetabilidad sin tener que robar, y exíjales la totalidad de su tiempo”; “Si tiene razones para desconfiar de la integridad de un cliente, ciérrele su cuenta”. ¿Aplicables hoy en día?
Para terminar les contaré un caso real; cuando todavía vivíamos en el país de las maravillas, cuando el crédito fluía por doquier, un amigo (otro) acudió a la sucursal de su entidad bancaria de toda la vida, donde tenía sus ahorrillos, para hablar con el director (omitiré nombres). Le planteó la oferta (mucho mejor) que desde otra entidad le hacían si realizaba un depósito durante un plazo de tiempo. El director, muy amable y ufano, con una gran sonrisa, le contestó que podía llevarse su dinero puesto que el “Presidente” de la Entidad tenía tanto dinero que no necesitaba más.
Seguramente este director, y otros como él, andarán hoy puerta por puerta intentando conseguir captar esos eurillos que tanto necesitan.
En fin, el tema es un poco más complejo de cómo lo he contado; posiblemente habrán oído hablar de hipotecas basura (subprime), titulizaciones, swaps, depósitos estructurados, etc. que han complicado todo el panorama mundial, pero les aseguro que lo que he expuesto se aproxima mucho a lo que ha sucedido. Espero que la explicación haya sido del agrado de mi querido amigo, y de ustedes.
Lo primero, y aunque parezca obvio, qué es una entidad financiera y cuál es su función principal. Entre las más conocidas podemos citar a los bancos comerciales y a las cajas de ahorro, cuya actividad principal es la de actuar como intermediarios entre aquéllos que tienen excedentes de dinero, es decir, los ahorradores, y aquéllos que necesitan dinero para sus proyectos, los demandantes.
Una de las peculiaridades del sistema financiero es su capacidad para “multiplicar” el dinero; sí, como lo leen. Son capaces de multiplicar el dinero que nosotros ingresamos, por ejemplo, en una cuenta de ahorro. Debe de ser de los pocos milagros que se producen en la actualidad. Espero que nadie se ofenda, sólo es una broma. Pero lo cierto es que son capaces de producir este “milagro”. El proceso no es complicado, aunque evitaré explicarlo en su totalidad para no aburrirles. Únicamente decirles que, por ejemplo, a partir de un depósito inicial que nosotros realicemos, la entidad financiera a través de sucesivos préstamos y nuevos depósitos va creando dinero en el sistema, hasta un cierto límite. Éste viene impuesto por las autoridades a través del llamado “coeficiente de caja o de reservas”. Así, por ejemplo, un depósito inicial de 1000 euros podría convertirse en varios depósitos cuya suma total podría ser de 5000 euros, en función de cual sea dicho coeficiente.
Ahora vamos a realizar un simple ejercicio de imaginación y supongamos que parte de estos préstamos han sido concedidos a empresas constructoras, a personas que deseaban comprar vivienda, vehículos, etc. y, como ya tenemos cierta experiencia de lo que ha ocurrido en nuestro país, también vamos a suponer que uno de estos clientes que ha recibido un préstamo tiene dificultades para devolverlo. ¡Un pequeño problema para la entidad financiera! Otro día, uno de los clientes de esta entidad, decide retirar su depósito. ¡Tampoco hay problema! Las entidades financieras acuden con frecuencia a los mercados financieros para obtener los recursos que utilizan en su funcionamiento diario. En estos mercados se prestan unas a otras el dinero que precisan a través de una serie de operaciones (subastas, préstamos, …), a cambio de ciertas garantías. Hasta aquí todo normal, salvo el problemilla del impago que se avecina por parte del cliente que no puede devolver el préstamo y el depósito cancelado por el otro cliente.
Pero un día nos levantamos y escuchamos las noticias sobre los problemas que padecen algunas empresas del sector de la construcción y también escuchamos que se sospecha que algunos bancos pueden estar afectados por la situación. Escuchamos que las bolsas están cayendo con fuerza; se anuncian intervenciones bancarias y de entidades aseguradoras,… ¡Empieza el pánico! En la televisión se pueden ver personas a las puertas de algunas entidades bancarias que quieren retirar sus depósitos (no en España).
Los préstamos que nuestra entidad había concedido comienzan a mostrar síntomas de morosidad, pero a pesar de ello tiene que seguir funcionando; tiene clientes que demandan líneas de crédito, préstamos, descuentos de efectos, clientes que emiten talones y pagarés que deben ser atendidos con fondos depositados en la entidad, etc. No tiene otro remedio que acudir nuevamente a los mercados, pero, ¡sorpresa! ya no es tan fácil conseguir los fondos que precisa. Los medios de comunicación anuncian problemas en el sistema financiero y las entidades financieras comienzan a mirarse con recelo unas a otras ¿Cuál de ellas tendrá problemas de solvencia? ¿Quién prestará fondos sin la seguridad de que le vayan a ser devueltos o sin las garantías suficientes? Aquellas entidades dispuestas a prestar exigen un tipo de interés muy elevado que en muchos casos no puede ser asumido por las que necesitan financiación. Y aquí entran en juego las autoridades, los gobiernos de cada país, apoyando a sus bancos, cajas; avalándolas para que puedan obtener recursos a un coste más bajo, pero exigiendo a cambio que la financiación llegue a empresas y familias. Pero ésta no llega ¿Por qué? Algunas tienen verdaderos problemas de solvencia como consecuencia de la alta morosidad que padecen y deben hacer frente a los intereses de los préstamos que las propias entidades han recibido, por lo que utilizan los fondos obtenidos (a un tipo de interés del 1%) para reinvertirlos (por ejemplo, en deuda pública al 4%) en lugar de canalizarlos a la sociedad.
Ante los requerimientos por parte de las autoridades para que el crédito llegue a las familias, algunas de estas entidades han buscado la forma de eludir esta obligación concediendo préstamos a sus mejores clientes, con el compromiso de que éstos depositen en cuentas de la propia entidad esos préstamos. De esta forma aparecen reflejados en los balances la concesión de nuevos préstamos.
Otro síntoma de que algo no va bien lo podrán comprobar si echan un vistazo a la prensa económica, y verán que existen entidades que actualmente ofrecen depósitos a sus clientes al 4% para intentar captar financiación, posiblemente debido a las dificultades y al elevado coste exigido para adquirirla en los mercados financieros.
Estando así las cosas no se extrañen de que resulte complicado conseguir un préstamo o renovar una línea de crédito; las entidades miran con lupa a quiénes deben financiar (algunas de ellas tienen entre sus activos más ladrillos que dinero, y el poco que tienen lo soltarán con las garantías suficientes y con un coste elevado). “El presidente del BBVA reconoció que la banca española tiene problemas severos para financiarse en los mercados de capitales” (14/06/2010).
En 1863, Hugo McCulloch, interventor de la moneda y posterior secretario del Tesoro de Estados Unidos, dirigió una carta a todos los bancos nacionales en la que daba ciertos consejos a los banqueros respecto a lo que debería ser un “recto proceder”; algunos consejos eran: “No conceda créditos que no estén asegurados más allá de toda contingencia razonable”; “Los créditos elevados concedidos a una firma o a un individuo únicos, aunque pueden ser lícitos y necesarios, son generalmente poco juiciosos y frecuentemente inseguros”; “Pague a sus empleados salarios que les permitan vivir con holgura y respetabilidad sin tener que robar, y exíjales la totalidad de su tiempo”; “Si tiene razones para desconfiar de la integridad de un cliente, ciérrele su cuenta”. ¿Aplicables hoy en día?
Para terminar les contaré un caso real; cuando todavía vivíamos en el país de las maravillas, cuando el crédito fluía por doquier, un amigo (otro) acudió a la sucursal de su entidad bancaria de toda la vida, donde tenía sus ahorrillos, para hablar con el director (omitiré nombres). Le planteó la oferta (mucho mejor) que desde otra entidad le hacían si realizaba un depósito durante un plazo de tiempo. El director, muy amable y ufano, con una gran sonrisa, le contestó que podía llevarse su dinero puesto que el “Presidente” de la Entidad tenía tanto dinero que no necesitaba más.
Seguramente este director, y otros como él, andarán hoy puerta por puerta intentando conseguir captar esos eurillos que tanto necesitan.
En fin, el tema es un poco más complejo de cómo lo he contado; posiblemente habrán oído hablar de hipotecas basura (subprime), titulizaciones, swaps, depósitos estructurados, etc. que han complicado todo el panorama mundial, pero les aseguro que lo que he expuesto se aproxima mucho a lo que ha sucedido. Espero que la explicación haya sido del agrado de mi querido amigo, y de ustedes.
6 comentarios:
Lo explicaste muy bien, el problema es que no lo explicaran ellos y muchos de nosotros enredados en la trampa ahora pasamos apuros para llegar a fin de mes.
Si al final los abuelos que metian el dinero bajo el colchón tenían su razón.El Banco es una gran empresa y era una forma de no darle beneficios.
Noraboa pola explicación.
Eu coma sempre vótolle parte da culpa (gran parte) ós políticos, xa que se diexan mangonear polo capital.
Xa sei que estamos nun sistema de libre mercado, pero a pena é que non teñamos un banco central (nacional) que poida sacar dos apuros en momentos de crise a todos os que se lles negan préstamos, lineas de crédito, desconto...
¿A onde foron parar os cartos do rescate?
¿Onde están os préstamos ICO?
Por outro lado, non me dan pena algunhas entidades financieiras, xa que van boas de abusar e impoñer condicións e cláusulas que cando menos superan a ética.
Un saudo e a seguir con estes comentarios.
El capital mueve el mundo, de las entidades financieras ninguna penita.
Pero entramos en el juego todos.
Estimado Economista:
Me gustaría que hiciese un escrito que no tiene nada que ver con los publicados, sobre la prima española de fútbol y lo que se embolsa Hacienda por ello.
Los responsables de Hacienda estarán contentos, pero en período de crisis a donde va a parar ese dinero.
Se noatá algo, ¿Fue una suerte que ganase España?, a nivel impuestos me refiero.Muchas gracias.
Boísimo, coma sempre.
Por certo, eu tamén te quero...
" A rio revuelto, ganancia de pescadores".
!Lástima de país!.
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