miércoles, 31 de diciembre de 2014

Que me queda del 2014.

Tal día como hoy e influenciado por los acontecimientos más recientes, la memoria no da para más, la sensación que me deja este año que finaliza es la de que ha sido el año de la alfombra, el año en el que hemos decidido sacar al exterior esas enormes alfombras llenas de polvo y suciedad para sacudirles con toda nuestra rabia. Suciedad que ha ido acumulándose durante un largo tiempo ante nuestras miradas impasibles hasta que alguien ha decido que era la hora.
 
Para conocer lo que aguantará el palo, así como la paciencia y el tesón del sacudidor ante el enorme reto que se le presenta tendremos que esperar. Continuará saliendo mucha corrupción de las alfombras, sobre todo la que se encuentra debajo; la que ya está incrustada, ésa será más difícil de eliminar. Se presume que la única solución será cambiarlas por otras nuevas.
 
¿Y qué hacemos con tanta mugre? Cierto pesimismo me embarga al respecto. “La ley, de todas maneras, es más blanda para ellos que para nosotros, y ellos la necesitan más que nosotros. Por eso cuando la ley les golpea en la frente, fruncen el ceño, pero no demasiado. El palo de uno mismo pega con más suavidad…” M. Gorki (La madre).
 
Mis mejores deseos para este 2015.
 
Y recuerden, como dijo Primo Levi, “que algo inaudito haya sucedido es en sí mismo la prueba de que puede volver a suceder”. Y Antonio Muñoz Molina: “Hay que tener cuidado con aceptar distraídamente la normalidad porque puede que se descubra retrospectivamente que era una normalidad monstruosa”.

martes, 30 de diciembre de 2014

Un fragmento. "El Capital en el siglo XXI"


Con una inflación promedio de casi 17% anual entre 1913 y 1950…, Alemania era el país por excelencia que diluyó su deuda pública en la inflación del siglo XX. A pesar de tener fuertes déficits durante cada una de las dos guerras mundiales (el endeudamiento público rebasaba ligeramente el 100% del PIB en 1918-1920, y el 150% del PIB en 1943-1944) la inflación permitiría regresar rápidamente la deuda a niveles muy bajos: apenas 20% del PIB, tanto en 1930 como en 1950.

[…] hoy en día nos encontramos en la siguiente situación paradójica: el país que utilizó de manera más masiva la inflación para hacer desaparecer sus deudas en el siglo XX no quiere oír hablar de un alza de precios superior al 2% anual, y el país que siempre devolvió sus deudas públicas –el Reino Unido- tiene una actitud más flexible y no ve ningún daño en que su Banco Central adquiera buena parte de su deuda pública y deje aumentar ligeramente la inflación.

T. Piketty.
Economista francés.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Amin Maalouf.

"¿Cómo resolver una crisis financiera de mucha envergadura sin habérselas con la crisis de confianza que lleva aparejada, con las conductas que la causaron, con la distorsión de la escala de valores, con la pérdida de credibilidad moral de los dirigentes, de los Estados, de las compañías, de las instituciones y de quienes supone que velan por ellas?
... nunca hubo época como esta nuestra, en la que a los responsables de las economías nacionales los dejen irremisiblemente atrás las arquitecturas acrobáticas de los ases de las finanzas y en la que los operadores que manejan miles de millones no saben nada de economía política y no les importan en absoluto las repercusiones que puedan tener sus actos ni en las empresas, ni en los trabajadores, ni en sus propios familiares y amigos, por no referirnos ya a las que puedan tener en el bienestar colectivo.
Quien devuelve al pueblo la dignidad puede conseguir que el pueblo acepte muchas cosas. [...] lo escucharán, lo defenderán y lo obedecerán".
El desajuste del mundo.
Felices fiestas!!!

martes, 16 de diciembre de 2014

¿Por qué los ricos están más que satisfechos con la elevada deuda pública?

El tiempo transcurre sin pausa y los límites se cruzan sin rubor. Lo primero es inevitable, lo segundo entra dentro de lo esperado. Quién no ha visto caer un record tras otro durante su vida.
 
La Deuda Pública española continúa su escalada sin freno y parece no encontrar techo, y ello a pesar de los mensajes cargados de optimismo (la crisis es historia). Pero sin una mejora sustancial de las condiciones económicas, tanto en nuestro país como en nuestros socios comerciales, las cuentas públicas no volverán a la senda de los superávits presupuestarios necesarios para la reducción de la deuda pública. Conseguir esto se plantea harto difícil; o bien reducir gasto público (más recortes) o bien aumentar ingresos públicos recaudando más y mejor (quizás con aumentos de los tipos impositivos a los que poseen mayor riqueza y renta), o una combinación de ambos (más ingresos y más recortes).
 
Pero, ¿Por qué los ricos están más que satisfechos con la elevada deuda pública? Un mínimo de ética aderezada con un poco de vergüenza es suficiente para que no lo proclamen a los cuatro vientos. Sin embargo, no cabe duda de que el sistema es muy favorable para sus intereses. Además, al ser los grandes poseedores del capital y controlar los cauces de comunicación pretenden hacernos ver que su preocupación es real, que la deuda pública es un lastre para nuestra economía y para las generaciones posteriores. No es nuevo. La respuesta a esta cuestión la podemos obtener del reciente libro “El capital en el siglo XXI” del economista francés T. Piketty.
 
Plantéense el siguiente escenario: Por un lado, usted se encuentra entre los afortunados que poseen un importante patrimonio junto con unas rentas generosas y buscan obtener una rentabilidad, al menos que sea superior a la inflación (todo sea por no perder riqueza). Además, usted es un ciudadano “patriota” que desea ayudar a su país a salir de la actual situación, y tampoco nos olvidamos de su carácter “solidario” con los más débiles. En definitiva, es usted un patriota solidario que además busca rentabilidad para su patrimonio. Por otro lado, y relacionado con su entorno, nos encontramos con que los tipos de interés se encuentran en mínimos (pregunten a su banco cuál es el tipo al que le remunerarían un pequeño depósito o una cuenta de ahorro); la renta variable (acciones) muestra alta volatilidad e incertidumbre (sólo apta para valientes o acaudalados); existe una baja o nula inflación, y los países continúan con problemas presupuestarios derivados de la prolongada crisis que derivan en sucesivos déficits públicos que deben cubrir.
Pues bien, con este escenario el gobierno le puede plantear tres opciones para mantener la situación controlada:
a)     Reducir (recortar) gastos para equilibrar sus cuentas y evitar que la deuda pública continúe aumentando (la conocida austeridad o, eufemísticamente, consolidación fiscal).
b)    Aumentar impuestos para obtener una mayor recaudación, principalmente a aquellos que tienen mayor renta y riqueza.
c)     Emitir deuda pública a cambio del pago de los correspondientes intereses.
¿Qué estrategia le recomendaría a su gobierno? (otro eufemismo, recomendar; al fin y al cabo si usted forma parte de la élite más que recomendar tiene capacidad para imponer):
¿Recortar gastos? Sería una opción. Sus hijos van a escuelas privadas y su salud está protegida por un buen seguro médico. Con toda probabilidad a usted no le afectaría en gran medida ya que no acostumbra a acudir al centro de salud de su barrio (es más, puede que en su barrio no sea necesario un centro de salud).
¿Aumentar impuestos? Posiblemente no. A pesar de su “solidaridad” con los más débiles supondría dar al Estado parte de su riqueza y renta sin ninguna contraprestación directa. No, aumentar los impuestos a los ricos no entraría dentro de sus recomendaciones. De ser así habría que plantearse movilizar los capitales hacia otras latitudes (para eso se ha “inventado” la libre circulación de capitales).
¿Más deuda pública? Éste parece un buen plan. Parte de nuestros ingresos se los cederíamos al Estado (patriotas) a cambio de los correspondientes intereses (mejor con primas de riesgo altas) y con la seguridad de que al final, al vencimiento, recuperaríamos el capital invertido. Además, si esta estrategia va acompañada de bajadas de impuestos, o directamente su eliminación (Sucesiones, Patrimonio), tenemos garantizada la supervivencia de nuestra especie (los ricos).
 
Para qué pagar impuestos al Estado si éste puede obtener igualmente los recursos a cambio del pago de unos intereses. Interesante, mucho más interesante, sin duda.
 
 Claro que, llegados a este punto, no sería de extrañar que ciertos estamentos sacaran su artillería cuando apareciese alguien que planteara auditar la deuda pública y subir impuestos a los más acaudalados.
 
Pero, en fin, solo es un escenario y unas posibles soluciones fruto de un ejercicio de imaginación.