miércoles, 8 de septiembre de 2010

El cuento de la lechera, o parecido.

Iban alegres los ministros de economía camino de Bruselas. Con paso vivo y gracioso sostenían en sus manos unas hermosas carteras de piel llenas de buenas propuestas. Ese día se sentían realmente felices ¿por qué? Porque caminaban acompañados por sus pensamientos y con la imaginación veían muchas cosas hermosas para el futuro.

Uno de estos ministros, concretamente una mujer, pensaba, “ahora llegaré a Bruselas y cuando se apruebe el nuevo impuesto a la banca tendré mucho dinero. ¡2000 millones de euros anuales!”.

“Ese dinero formará parte de los presupuestos del Estado y así podremos continuar pagando las pensiones, haremos nuevas autopistas y subiremos nuevamente los salarios a los funcionarios”.

Otros colegas europeos tenían en sus cabezas un destino diferente para el dinero recaudado; crearían un fondo con el que cubrirían posibles comportamientos irregulares de sus bancos. De esta forma no tendrían que acudir a solicitar ayuda a sus queridos contribuyentes, como había sucedido antaño.

Pero nuestra ministra tenía sus miras puestas en el corto plazo y veía como se acercaban las elecciones generales. “Mejor tener contentos a los ciudadanos” pensaba; “utilizaremos presupuestariamente esos ingresos mientras no sea necesario utilizarlos. En caso de que el sector financiero tuviese necesidad, el presupuesto acudirá en su ayuda”.

A la ministra se le escapaba un pequeño detalle; si el dinero recaudado era destinado a los presupuestos, cuando fuese necesario echar mano de él ¿de dónde saldría el dinero? Posiblemente emitiría deuda pública o, quien sabe, pediría a nuestros sufridores contribuyentes que le echasen una mano, un pequeño sacrificio por el bien del país.

Siguió la ministra su camino, sonriendo ante la idea de haber solucionado sus próximos presupuestos. Ya se imaginó un país sin problemas, con sus ciudadanos contentos y acudiendo en masa a depositar sus votos de confianza. Rió alegremente y pegó un salto ¡Hay cuanta desdicha siguió a su alegría! Al llegar a Bruselas se encontró con que la aplicación del impuesto “requería un gran trabajo técnico, muy en profundidad”. Se trabajaría duramente para configurarlo y dentro de unos meses se presentaría una Comunicación con las grandes líneas de la nueva figura impositiva.

Sin embargo, nuestros ministros no contaban con que, cerca, muy cerca, en el bosque, merodeaban unos lobos malísimos, hambrientos, los mercados financieros, “¿A dónde vais ministros?”

Pero ese ya es otro cuento. Continuará, …

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