lunes, 2 de agosto de 2010

Marx y el libre mercado.

Hablar de Marx en el S. XXI es considerado por algunos sectores como un viaje a épocas inmemoriales (desnortados, les llaman, cuando menos). Un mundo gobernado por el sistema de libre mercado, donde la circulación de capitales y trabajadores es un hecho, parece relegar a las catacumbas el pensamiento Marxista. ¿Pero, realmente existe tanta distancia entre las ideas de Marx y el Capitalismo como hoy es entendido? ¿Están los países capitalistas tan alejados de los postulados de Marx?

En un sistema capitalista se propugna la idea de que será el propio mercado, la mano invisible, el que se encargará de decidir qué producir, cómo y para quién, con el consiguiente desarrollo económico sin necesidad de la intervención estatal. La mera presencia de gobiernos se presenta como un obstáculo, un impedimento al desarrollo. Cuanta mayor desregulación mejor. ¿Es cierto este axioma?

En la actualidad, el sistema de mercado está formado por grandes multinacionales que operan por todo el planeta, tejiendo a su alrededor una tela de araña formada por pequeñas y medianas empresas que contribuyen al cumplimiento de sus objetivos. Desde el suministro de materias primas, la externalización de procesos productivos, la distribución de mercancías, hasta la venta de productos, todo se encuentra programado. Sistemas como el “Just in Time”, la planificación de la cadena de suministro, las redes Keiretsu, la programación lineal, etc, constituyen un modelo de “planificación” que desmonta el presunto concepto de mercado “libre”.

Países que se pliegan al sistema de mercado impuesto por estas grandes corporaciones, que “planifican” de manera escrupulosa y eficaz su desarrollo, sin dejar resquicio alguno para la improvisación, controlando en todo momento que el engranaje no presente la más mínima perturbación, que no se produzcan desviaciones en el camino marcado. Paradójicamente, se trata de un mercado libre planificado.

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