Desgraciadamente no podemos decir
que existan muchos empresarios individuales, personas físicas, que no hayan
sufrido o estén sufriendo las consecuencias de la actual crisis. Pocos pueden
decir que han salido indemnes o que la situación les haya beneficiado, aunque
es cierto, créanme, que alguno ha sacado buena tajada de la desgracia ajena (le
llaman visión empresarial). El resto, pues ya se sabe. Desde el que ha
procedido al despido de todos sus trabajadores hasta el que se ha visto
obligado a tener que echar directamente el candado de la puerta de su negocio, y
dando gracias si con ello consigue dar portazo a sus problemas económicos.
Cuántos no han tenido que luchar en los juzgados para salvar su patrimonio
personal, vivienda incluida, ante el volumen de deudas que les acuciaban.
Otros, directamente, lo han perdido todo.
Desde septiembre de 2013 los
empresarios personas físicas pueden evitar parcialmente que sus viviendas
respondan de las deudas contraídas en su actividad empresarial o profesional.
Sus desventuras empresariales pueden ser menores si se convierten en
“Emprendedores de Responsabilidad Limitada” (ERL).
Si su vivienda tiene un valor
inferior a los 300.000 euros (450.000 euros en poblaciones de más de un millón
de habitantes) puede evitar su pérdida como consecuencia de una situación
coyuntural desfavorable. Eso sí, siempre tras unos trámites jurídicos y unas
obligaciones contables y, como no, con algún coste. Cuestiones éstas a valorar.
Se exceptúan de lo dicho ciertas
deudas, es decir, la vivienda respondería frente a terceros siempre y cuando:
- Las deudas fuesen contraídas con anterioridad a la adquisición de la nueva condición de “Emprendedor R.L.” (Salvo acuerdo previo con los acreedores).
- Sean deudas no derivadas de la actividad empresarial o profesional (por ejemplo, una hipoteca).
- Sean deudas de derecho público (con la Seguridad Social o con Hacienda).
- El empresario haya actuado con fraude o negligencia grave.
Ya saben, aquellos empresarios
(no sociedades) dispuestos a lanzarse a una nueva aventura, o los que ya estén
en medio del fragor de la batalla, deberían valorar los pros y contras de
convertirse en ERL. Cuestión ésta innecesaria si hacemos caso a aquellas voces
que nos advierten de que se aproximan nuevos tiempos de bonanza, o a aquellas
otras que tratan de vendernos los beneficios que se derivan de emprender
aventuras empresariales, obviando el número de “buenos” proyectos que se quedan
en el camino. Fuentes estadísticas nos dicen que el 80% fracasa antes de los 5
años y el 90% no llega a los 10 años.
¡Para aventurarse sin tomar precauciones!
Por cierto, he podido comprobar
que recientemente se están dando charlas y conferencias invitando a los jóvenes
(y no tan jóvenes) a convertirse en emprendedores. Resulta curioso que estas
charlas sean impartidas por “funcionarios” o “personal” de las diferentes
administraciones. País!