Continuando con mi modesta contribución
al objetivo de aumentar lo que hemos denominado la cultura financiera creo que es
necesario, para llevar a cabo esta ingente labor, comenzar a construir el
edificio intelectual partiendo de los principales conceptos y términos que nos
suenan muy familiares, muy próximos, pero de los cuales apenas conocemos poco
más que su nombre.
Así que hoy toca hablar de la
materia prima, de la sustancia esencial en el mundo financiero, los llamados instrumentos
financieros. Su origen son los denominados activos,
los cuales podemos definir como bienes o derechos.
Los activos podemos clasificarlos
en reales, como la vivienda, o financieros. Estos últimos son los que
denominaremos instrumentos financieros,
títulos emitidos que constituyen un medio de mantener riqueza para quienes los
poseen. Expresan la posesión de riqueza: acciones, bonos, opciones, contratos
de futuro,… Por el contrario, para quienes emiten o generan estos títulos
suponen un pasivo, una obligación.
A los activos financieros (o
instrumentos financieros) se les atribuyen dos funciones fundamentales: la primera,
transferir fondos entre los diferentes agentes económicos; la segunda, es la de
transferir riesgo entre esos agentes. El emisor de los títulos puede buscar repartir
los riesgos entre los diferentes participantes en los mercados. Quizás alguno de
los lectores recuerde o conozca las denominadas “titulizaciones”; unos paquetes
financieros que incorporaban distintas clases de créditos, desde los más
solventes hasta aquéllos con mayor riesgo (hipotecas basura –subprime-) y que eran vendidos a los
diferentes inversores a lo largo y ancho del planeta. La idea era repartir
riesgo mediante la ingeniería financiera, y así contaban con altas
calificaciones por parte de las agencias de rating.
Tres características básicas
destacan en estos activos o instrumentos financieros:
- Liquidez.
- Riesgo.
- Rentabilidad.
Algo fundamental a tener en
cuenta y que se deberíamos tener siempre presente, siempre, es que un activo
financiero es más rentable cuanto menor sea su liquidez y mayor su riesgo.
Analicemos más detenidamente estas tres características.
¿Qué se entiende por liquidez? La capacidad que posee un
activo para transformarse en medio de pago, en dinero líquido a corto plazo, sin
sufrir pérdidas de valor.
El grado de liquidez está en
función de la rapidez de transformación en dinero líquido, de los costes de
transacción (bajos) y de que exista certeza de que se realice sin pérdidas. Los
activos más líquidos son el dinero legal (monedas y billetes) y el dinero
bancario (una cuenta bancaria que pueda movilizarse por ejemplo con cheques).
¿Qué entendemos por riesgo? La incertidumbre sobre un
rendimiento esperado en el futuro de una determinada inversión. Algunos autores
la definen como la probabilidad de que a su vencimiento el emisor cumpla con
las cláusulas de amortización y rentabilidad.
Asimismo, y más técnicamente, el
riesgo se relaciona con la varianza en una distribución de probabilidad
conocida; a menor varianza menor riesgo.
Si queremos formar una cartera de
inversión (acciones, bonos, depósitos,…) podríamos eliminar el riesgo
asistemático (el riesgo financiero y el de negocio) pero no el riesgo
sistemático (de mercado) porque no es diversificable.
¿Qué es rentabilidad? Podemos definirla como la capacidad que posee un
activo de producir intereses u otros rendimientos al que lo adquiere, como pago
por su cesión temporal de capacidad de compra y de su asunción temporal de
riesgo.
Continuará…
1 comentario:
Muy teórico, Si es cierto que según mi comentario al primer artículo teórico de este blog, donde decía que con esos contratos de letra pequeña que nadie lee, y la confianza existente entre banco o bancario de siempre y cliente, es fácil que te vendan preferentes por plazo fijo, aunque si es cierto que en esta segunda pieza, si cabe deducir: "No se fié usted de quien le prometa una rentabilidad muy alta a un bajo riesgo" Pues no dan duros a cuatro pesetas.
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