Recuerdo cuando, de niño, nuestros padres para reprendernos por alguna trastada que habíamos cometido, y que pretendíamos justificar escudándonos en que nuestros amigos también lo habían hecho, nos decían, al menos a mí, “y si tus amigos se tiran al mar ¿tú también vas detrás?”.
Hemos crecido, y aunque hemos oído hasta la saciedad frases como esa, no hemos aprendido.
En los mercados financieros, y más concretamente en los bursátiles, suele crearse un marco en el que se produce un efecto curioso, “el efecto rebaño”; todos se tiran al mar. Los inversores, atraídos por la codicia, son capaces de invertir de forma masiva y continua en sectores o valores muy concretos sin el menor conocimiento sobre las características de ese sector o empresa.
Ante el continuo aumento de la cotización, producido por la compra de las llamadas manos fuertes y por las recomendaciones de los analistas (muchos trabajan para las empresas que recomiendan), los pequeños inversores van detrás (el rebaño), siguiendo la “tendencia” alcista, comprando, vendiendo y, nuevamente comprando, hasta crear las famosas burbujas. Un día, el más listo de clase (suelen ser los grandes inversores) y que ha sido el que ha creado este marco, vende sus acciones y se marcha con la mayor parte de los beneficios. El resto, cuando se da cuenta del fiasco, comienzan a vender; nuevamente el efecto rebaño. Sin embargo, las plusvalías que habían ido acumulando ya han desaparecido como consecuencia de las ventas masivas y su posterior caída de las cotizaciones.
No es el único mercado en el que esto sucede. Cuántos no han comprado una vivienda porque su vecino lo había hecho, sobre todo para especular. Cuántos no han cambiado de coche porque sus amigos lo habían hecho. Cuántos no han ido de vacaciones por no ser menos que sus vecinos y amigos.
Y lo más sangrante, ¿con qué se pagaba todo eso? Con deuda, con ingresos futuros. Ahora, en muchos casos, los ingresos futuros han desaparecido, pero la deuda sigue ahí.
Al final nos queda el consuelo de que “todos están igual”, al menos igual que el vecino.
Siempre podremos echar la culpa a papá por no castigarnos a tiempo.
Hasta el miércoles.
3 comentarios:
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Si, papá castiga tarde, pero a tiempo para algunas cosas. Y, castiga al que debe?
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