Estos días apacibles, rodeado de cierto espíritu navideño, me
permiten dedicar algunas tardes a hojear lecturas que en otro momento me sería
muy difícil atender. Una de estas recientes lecturas trata sobre un tema que
aparece de manera habitual en diversos medios de comunicación, las pensiones de
jubilación, y de manera implícita cómo conciliar la vida familiar y el desempleo
juvenil, entre otras. Realmente lo que se plantea no es tanto cómo resolver un
problema sino el hecho de que tenemos una estructura demográfica que difiere de
la existente en décadas pasadas y que precisa llevar a cabo algunas actuaciones
para evitar problemas futuros. Partimos del hecho constatado de que vivimos más
tiempo y en mejores condiciones de salud, en términos agregados (como dicen los
economistas). ¿Qué se nos plantea de cara a un futuro no muy lejano? Aumentar
la edad de jubilación al tiempo que se reducirían las jornadas de trabajo
durante nuestra vida laboral.
De entrada podría parecer una buena idea. Vale, dejémoslo
simplemente en una idea. No muy recomendable en algunos trabajos que requieren
una alta dosis de esfuerzo físico, pero probablemente en otros de mayor carga
intelectual (digamos mental) se podría aumentar la vida laboral, por ejemplo,
hasta los 70 años. Aquí tenemos una primera cuestión a resolver. ¿De manera
opcional u obligatoria?
Si se paran a observar la realidad del mercado laboral podrán
comprobar que la segunda alternativa no difiere mucho de lo que sucede en la
actualidad. Contratos precarios, de semanas, días, incluso horas, implica tener
que trabajar hasta edades avanzadas, muy avanzadas, para tener derecho a una
prestación por jubilación. Da la impresión de que la solución al problema ya
está en marcha (los jóvenes trabajarán menos horas, tendrán más tiempo y todo
ello a cambio de una jubilación que nunca llegará), y sin que nadie les haya
preguntado.
Pero volviendo al tema (la reducción de la jornada laboral),
y suponiendo que fuese una opción (una
utopía), se me plantea otra cuestión que no he podido ver resuelta en estas
lecturas (no digo que no exista). ¿Reducimos horas de jornada y mantenemos el
mismo salario?, o ¿reducimos horas y salario?
De darse el primer supuesto nos encontraríamos con unos
costes laborales que sufrirían un incremento muy importante (mismo salario por
menos horas), lo que reduciría la competitividad de nuestros bienes y
servicios, salvo que se llevase a cabo un incremento de la productividad que
compense la reducción de jornada (producir lo mismo trabajando menos). Algo que
parece improbable, máxime si tenemos en cuenta que somos incapaces de aumentar
actualmente nuestra productividad (producir más con los mismos recursos). Recuerden
que la productividad también se mejora con inversiones en tecnología,
maquinaria,… y no solo reduciendo plantillas, a pesar de que muchos solo vean
esta solución.
Vistas sus pocas posibilidades de desarrollo pasamos al
segundo supuesto. Reducimos horas y salario. ¿Qué conseguimos? De entrada tendríamos
más horas para atender a nuestros hijos, es cierto, pero también menos ingresos para satisfacer
tanto sus necesidades como las nuestras, y quizás (con muchas dudas) se
lograría disminuir algo el desempleo juvenil al tener que cubrir las horas
necesarias para continuar produciendo al menos el mismo número de bienes y
servicios.
Salvo que el espíritu de la navidad me distraiga en mis
razonamientos esta opción de menos trabajo y menos salario me lleva al
resultado de que seríamos más pobres aunque con más tiempo libre, y que
tendríamos que trabajar hasta edades en las que lo único que aflora son los
recuerdos. Al final menos, menos, (trabajo, salario) es más, más, más (pobres,
ociosos, viejos).
Como diría el maestro Jedi: en esta propuesta algo falta.
1 comentario:
Quizais cun cambio de mentalidade pódese redefinir os termos riqueza/pobreza e ter unha saída por aí... Pero creo que iso non sirve para hoxe. Pode que para mañá...
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