Recientemente hemos podido
comprobar como desde ciertos ámbitos se magnifican las políticas que pretenden
hacer del comercio exterior la base de la salida de la crisis actual (amén de
otros sectores defendidos por el ministro de turno, hablo por ejemplo del
sector inmobiliario). Las exportaciones como motor del crecimiento ante la
caída del consumo interno, la inversión y el gasto público, los componentes del
PIB.
Pues bien, este hecho me hizo
volver la vista atrás y recordar lo que opinaban los que podíamos considerar
primeros actores del pensamiento económico. Los mercantilistas. Siglo XVI hasta
la primera mitad del XVIII.
Según se define en la Wikipedia , el
mercantilismo era un conjunto de ideas económicas (o políticas) de gran
pragmatismo. Pero lo cierto es que los mercantilistas constituían,
parafraseando a G. Escribano, un grupo heterogéneo de autores cuyo denominador
común era la defensa a ultranza del interés nacional, en aquellos tiempos léase
del soberano y las estructuras del Antiguo Régimen. Una pequeña obra titulada Breve tratado de las causas que pueden hacer
abundar el oro y la plata en los reinos que carecen de minas, escrito en
1613 por un comerciante italiano, Antonio Serra, se considera por lo general
como la primera exposición escrita del pensamiento mercantilista.
En el aspecto económico, que es
el que aquí nos interesa, la finalidad de los mercantilistas era conseguir una
balanza comercial con superávit, que las
exportaciones fueran mayores que las importaciones ¿Algún parecido
con la actualidad a pesar de la distancia? El comercio interno era considerado
como la mera circulación de las reservas de dinero. Para conseguir estos
superávits comerciales era necesario echar mano del proteccionismo y del
intervencionismo en la economía. Algún autor de la época, como Thomas Mun en
Inglaterra, era partidario de la autosuficiencia para disminuir las
importaciones y exhortaba a practicar la sobriedad (austeridad le llamaríamos
hoy) para tener más excedentes para exportar. También era partidario de
impuestos a las importaciones lo suficientemente altos para desanimar el
consumo de bienes externos, sobre todo si se trataba de bienes de lujo, según
palabras de Ingrid Hahne en su libro “Desarrollo del Análisis Económico”.
Otro aspecto a destacar de los
mercantilistas, y recogido en el libro de Hahne, era el énfasis en el estímulo
del crecimiento de la población para aumentar el tamaño de la fuerza laboral.
Se aceptaba que una población grande, al mantener los salarios cercanos al
nivel de subsistencia, no sólo reduciría el costo de los bienes producidos sino
también desalentaría el ocio que podría llegar a asociarse con niveles más
altos de salario.
Para los mercantilistas la
riqueza se medía en términos de oro y plata. Un superávit significaba que el
resto de países con los que se mantenía relaciones comerciales se empobrecían
al tener que desprenderse de metales preciosos para pagar sus compras, al
tiempo que su país aumentaba sus reservas de oro y por tanto su riqueza.
Sucedía lo contrario si las importaciones superaban a las exportaciones. Por
tanto, el objetivo era mantener constantes superávits comerciales con el resto
de países. Se trataba de un juego de suma cero, lo que perdían unos lo ganaban
otros.
Pero como siempre ocurre, llegan
generaciones posteriores y observan las carencias de esta teoría. Primero David
Hume y luego Adam Smith derrumban teóricamente la economía mercantilista.
Hume observó que los países con
abundancia de metales preciosos, reservas de oro y plata, experimentaban subidas
rápidas en los precios de sus productos lo que suponía una menor competitividad
internacional dando lugar a un reequilibrio de la balanza comercial; las
exportaciones disminuían por el incremento de precios y las importaciones
aumentaban. Adiós al aumento de riqueza mercantilista.
En estos primeros tiempos se
desconocían, o no se habían creado todavía, algunos de los instrumentos que se
utilizaron más adelante para mantener las ventajas competitivas.
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