lunes, 11 de noviembre de 2013

Un poco de historia. Mercantilistas.

Recientemente hemos podido comprobar como desde ciertos ámbitos se magnifican las políticas que pretenden hacer del comercio exterior la base de la salida de la crisis actual (amén de otros sectores defendidos por el ministro de turno, hablo por ejemplo del sector inmobiliario). Las exportaciones como motor del crecimiento ante la caída del consumo interno, la inversión y el gasto público, los componentes del PIB.

Pues bien, este hecho me hizo volver la vista atrás y recordar lo que opinaban los que podíamos considerar primeros actores del pensamiento económico. Los mercantilistas. Siglo XVI hasta la primera mitad del XVIII.

Según se define en la Wikipedia, el mercantilismo era un conjunto de ideas económicas (o políticas) de gran pragmatismo. Pero lo cierto es que los mercantilistas constituían, parafraseando a G. Escribano, un grupo heterogéneo de autores cuyo denominador común era la defensa a ultranza del interés nacional, en aquellos tiempos léase del soberano y las estructuras del Antiguo Régimen. Una pequeña obra titulada Breve tratado de las causas que pueden hacer abundar el oro y la plata en los reinos que carecen de minas, escrito en 1613 por un comerciante italiano, Antonio Serra, se considera por lo general como la primera exposición escrita del pensamiento mercantilista.

En el aspecto económico, que es el que aquí nos interesa, la finalidad de los mercantilistas era conseguir una balanza comercial con superávit,  que las exportaciones fueran mayores que las importaciones ¿Algún parecido con la actualidad a pesar de la distancia? El comercio interno era considerado como la mera circulación de las reservas de dinero. Para conseguir estos superávits comerciales era necesario echar mano del proteccionismo y del intervencionismo en la economía. Algún autor de la época, como Thomas Mun en Inglaterra, era partidario de la autosuficiencia para disminuir las importaciones y exhortaba a practicar la sobriedad (austeridad le llamaríamos hoy) para tener más excedentes para exportar. También era partidario de impuestos a las importaciones lo suficientemente altos para desanimar el consumo de bienes externos, sobre todo si se trataba de bienes de lujo, según palabras de Ingrid Hahne en su libro “Desarrollo del Análisis Económico”.

Otro aspecto a destacar de los mercantilistas, y recogido en el libro de Hahne, era el énfasis en el estímulo del crecimiento de la población para aumentar el tamaño de la fuerza laboral. Se aceptaba que una población grande, al mantener los salarios cercanos al nivel de subsistencia, no sólo reduciría el costo de los bienes producidos sino también desalentaría el ocio que podría llegar a asociarse con niveles más altos de salario.

Para los mercantilistas la riqueza se medía en términos de oro y plata. Un superávit significaba que el resto de países con los que se mantenía relaciones comerciales se empobrecían al tener que desprenderse de metales preciosos para pagar sus compras, al tiempo que su país aumentaba sus reservas de oro y por tanto su riqueza. Sucedía lo contrario si las importaciones superaban a las exportaciones. Por tanto, el objetivo era mantener constantes superávits comerciales con el resto de países. Se trataba de un juego de suma cero, lo que perdían unos lo ganaban otros.

Pero como siempre ocurre, llegan generaciones posteriores y observan las carencias de esta teoría. Primero David Hume y luego Adam Smith derrumban teóricamente la economía mercantilista.

Hume observó que los países con abundancia de metales preciosos, reservas de oro y plata, experimentaban subidas rápidas en los precios de sus productos lo que suponía una menor competitividad internacional dando lugar a un reequilibrio de la balanza comercial; las exportaciones disminuían por el incremento de precios y las importaciones aumentaban. Adiós al aumento de riqueza mercantilista.

En estos primeros tiempos se desconocían, o no se habían creado todavía, algunos de los instrumentos que se utilizaron más adelante para mantener las ventajas competitivas.

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