jueves, 14 de noviembre de 2013

No es economía, es política.



Hoy tenía intención de comentarles el toque de atención que ha recibido el país germano por sus desequilibrios económicos pero una de esas casualidades que se cruzan a veces en la vida me hizo cambiar de idea. No todo va ser economía. Además, cuando vemos el término “política” sentimos atracción por lo que se puede esconder tras ella.

Estoy leyendo el libro del reciente premio Príncipe de Asturias de las letras y miembro de la Real Academia Española, Antonio Muñoz Molina, “Todo lo que era sólido”. ¿Nunca han experimentado la sensación de que la historia que están leyendo o les están contando ya la habían vivido en sus propias carnes o al menos se asemejaba a cierta visión que mantenían de los hechos? El libro de Molina me hizo retrotraerme a un pasado reciente, lleno de intensas experiencias. Les dejo algunos párrafos y frases.

“Les fue mucho más cómodo y más rentable alentar la fiesta que el esfuerzo, el espejismo que la realidad, el gran espectáculo de un día que el trabajo prolongado a lo largo del tiempo. Dejar que se degradara la educación o fomentar abiertamente la ignorancia les permitía difundir mentiras y leyendas sin miedo a que los refutaran”.

“El sectarismo les aseguraba lealtades y adhesiones mucho más firmes que el asentimiento racional, que es reversible porque no excluye el desengaño o el simple cambio de opinión”.
 
“Cualquier mérito objetivo queda subordinado a la explícita adhesión política, que es el mayor mérito de todos y por lo tanto vuelve secundarios o superfluos todos los demás. Ser importa mucho más que saber o hacer. La mayor parte de los que tenían conocimientos y sabían hacer cosas se marcharon hace mucho tiempo de la política o fueron expulsados de ella”.

“En ningún otro campo profesional se puede llegar más lejos careciendo de cualquier cualificación, conocimiento o habilidad verificable”.

“Antes de adoptar cualquier posición hay que asegurarse no de su racionalidad o de su justeza sino de que se distingue bien claramente de la del adversario”.
 
“[…] Preferir siempre las diferencias a las similitudes y la discordia al apaciguamiento son hábitos cardinales de la clase política española, igual que echar leña al fuego y sal a las heridas”.

“Y la tendencia infantil y adolescente a poner las propias apetencias por encima de todo, sin reparar en las consecuencias que pueden tener para los otros, es tan poderosa que hacen falta muchos años de constante educación para corregirla. Lo natural es exigir límites a los demás y no aceptarlos en uno mismo. Creerse uno el centro del mundo es tan natural como creer que la Tierra ocupa el centro del universo y que el sol gira alrededor de ella”.

“[…] Cuando a Sancho Panza se le presenta la oportunidad burlesca de ser nombrado gobernador no tiene la menor duda sobre su propia idoneidad para el cargo,…”.

¡Qué recuerdos! ¡Cuántas imágenes vienen a mi memoria!

Sólo ha sido un paréntesis. Mañana más economía.

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