En un post publicado en el mes de junio del 2010 al que titulé ¿no somos culpables?, escribía lo siguiente: En el mes de marzo, cuando se habían producido fuertes turbulencias en los mercados financieros y en las bolsas de todo el mundo, el Fondo Monetario Internacional salía a tranquilizar los ánimos de los “inversores” señalando que los descensos son una corrección y no un cambio fundamental en la dirección del mercado. Su Director Gerente, Rodrigo Rato (conocido por todos nosotros), declaraba, “el mundo sigue mostrando un escenario muy benigno, además el crecimiento de la economía estadounidense registrará este año una suave desaceleración”.
Hoy tenemos en prensa el resumen de un informe elaborado por el propio Fondo Monetario Internacional (FMI) en el que realiza una durísima autocrítica: “El FMI no anticipó la crisis, su ritmo ni su magnitud y, en consecuencia, no pudo advertir a sus miembros”.
Algunas de las causas que se esgrimen: sesgos analíticos, presiones políticas, autocensura, falta de supervisión y control.
Respecto a España acertó sobre la creación de una burbuja inmobiliaria (cosa no tan difícil de predecir en un país en el que se levantaban edificios, incluso prototipos de ciudades, por doquier; basta mirar hoy a nuestro alrededor para poder encontrar esqueletos de hormigón parcialmente abandonados), pero no fue capaz de establecer un vínculo con los riesgos del sistema financiero.
Como conclusión podemos sacar algo bueno: la autocrítica (no todos son capaces de reconocer sus errores), y algo malo: se repite con demasiada frecuencia (siempre con los mismos afectados).
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