martes, 21 de diciembre de 2010

Recomendaciones desde el despacho.

La OCDE, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, acaba de publicar su informe anual sobre España. Tras lo leído en prensa podría detenerme en algunas de las recomendaciones que efectúa para nuestro país, desde prolongar la edad de jubilación más allá de los 70 años según las circunstancias, pasando por el aumento de los impuestos indirectos, aquellos que recaen sobre todos los ciudadanos indistintamente de cual sea su nivel de renta, hasta la disminución de impuestos a las empresas, entre otras. Pero no, voy a pararme en la siguiente propuesta: “reducir la duración e ir eliminando progresivamente esas prestaciones en forma de subsidio que se pagan a los parados de mayor edad una vez han agotado la prestación contributiva”.
Es cierto que han existido casos, y existen, en los que el trabajador y el empresario, cuando el primero llega a una cierta edad próxima a la jubilación, acuerdan de forma encubierta (ilegal) realizar un despido (sin que el trabajador cobre la indemnización) para que los años que le faltan hasta la jubilación pueda cobrar la prestación por desempleo (desconozco los motivos, pero existe la creencia, muy arraigada, de que si no se actúa de esta manera el trabajador pierde dinero ¿?). Pero también es cierto que no todo trabajador que pasa a la situación de desempleado es consecuencia de este tipo de actuaciones. ¿Cuántos mayores de, por ejemplo, 55 años no han sido despedidos por cierre patronal o por reducción de plantilla?

Lo que no me deja claro el informe de la OCDE es cómo una persona de 60 años puede volver a incorporarse al mercado de trabajo ¿Existen muchos empresarios dispuestos a contratar trabajadores próximos a la edad de jubilación? Puede que en los despachos de la OCDE sea habitual, pero ¿un mecánico, un albañil, un operario de fábrica, …?

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Aprovecho para hacerles llegar un artículo publicado en el diario argentino Clarín y cuyo autor es el editor Martin Kettle del diario británico “The Guardian”. ¿Por qué? Porque al parecer no soy el único que cree que las Agencias de calificación juegan en muchos casos un papel interesado, se les atribuye un rol excesivo y porque mi amigo Simon me hizo una pregunta sobre la posibilidad de crear agencias europeas que instaurasen un poco de competencia en el sector.
Dejo el enlace al final para aquél que quiera acceder al texto completo. Destaco mientras alguna de las perlas que, traducidas, nos deja el Sr. Kettle:
“Una calificadora de crédito puede decidir desde una oficina si millones de españoles tendrán empleo o podrán seguir pagando sus hipotecas”.
“Ese honor le pertenece …, a Kathrin Muehlbronner, una economista políglota graduada en Tübingen, … es vicepresidenta y analista de riesgo soberano, especializada en España, en la calificadora de crédito Moody’s”.
(Moody’s) “era una “fábrica de triple A”. El resultado fue que, desde las hipotecas subprime hasta el propio mercado de bonos, el sistema fue inundado de productos financieros que estaban extremadamente sobrevaluados, todos garantizados por lo que al final resultaron ser calificaciones sin valor”.
“En el mundo de fantasía de las calificadoras, todo se reduce a un juego de cifras”.
“La idea de que una gran nación como España… sea puesta de rodillas por el capricho de un puñado de ejecutivos de sueldos exorbitantes que miran las pantallas de las computadoras, es indignante”.
“La lucha en los mercados europeos no es sólo entre la Unión Europea y los estados-nación, como demasiados desearían verlo. Es también entre los estados-nación y los mercados financieros. Y en esa lucha debemos estar del lado de los estados-nación, ya que algún día los mercados también vendrán por nosotros”.

Artículo Martin Kettle.

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