miércoles, 24 de noviembre de 2010

Vuelve la fiesta.

Sí, vuelve la fiesta. Los mercados, que parecían adormilados ante las medidas que se iban adoptando para salir de la crisis, sólo estaban agazapados esperando a dar un nuevo zarpazo, y lo han hecho. Podemos encontrar en los medios opiniones al respecto para todos los gustos, desde los que opinan que “los inversores exigen más medidas de ajuste fiscal y mayores reformas estructurales a nivel global para recuperar la confianza”, pasando por “es difícil poner límite a la desconfianza de los inversores con estos problemas políticos dentro de Irlanda”, hasta los que dicen que “Portugal y España han subido en el escalafón como los próximos países que podrían necesitar un rescate”.

Recapitulemos:

Dinero fácil durante años para que los consumidores, empresas y gobiernos llevasen a cabo la satisfacción de sus necesidades, muchas de ellas creadas artificialmente, y alimentados por esos mercados financieros que proveían de liquidez el mundo desarrollado. Dinero que algún día habría que devolver. Mercados que actuaban al mismo tiempo bajo el paraguas de los gobiernos que hacían todo lo posible para evitar regulaciones que pudieran perjudicarles, imponiéndose la famosa máxima de “la mano invisible” del mercado.

Comenzaron los procesos de ingeniería financiera, que permitían “diversificar” riesgos (es decir, repartirlos) mediante la creación de instrumentos financieros complejos y que retribuían a sus creadores con magníficas primas (bonus). Pero llega el día fatídico en el que estos mercados financieros se colapsan provocando graves problemas en la economía real. Empiezan a tomarse medidas drásticas por parte de los gobiernos e impuestas por los propios mercados, con un perjudicado principal, el ciudadano de a pié, el eslabón más débil. Países que se habían financiado en los mercados de deuda pasan ahora por serias dificultades para devolver los capitales obtenidos ante los nulos crecimientos de sus economías y el aumento de los gastos en los que se ven inmersos para evitar que la crisis se extienda.

Y aquí nos encontramos ahora. Especuladores, grandes inversores, que atacan en manada allí donde ven la oportunidad. Unos forzando a los países a emitir deuda a tipos de interés estratosféricos (veremos como los pagan), otros posicionándose a corto (vendiendo) para forzar a las bolsas a que caigan. Es la jungla.

Alguno puede estar preguntándose si estos inversores (mercados) tienen tanto poder como para poner en jaque a países y gobiernos. Para que puedan hacerse una idea les diré que a principios del siglo XXI, el mercado de divisas generaba una contratación media “diaria” de 1,2 billones de dólares, y, si mis datos no son erróneos, el PIB español en 2009 fue de 1,4 billones de dólares aproximadamente. Otro ejemplo, la capitalización mundial de los mercados de valores (acciones) era a principios de siglo de 26 billones de dólares. Este importe representaba entre un 68 por ciento y un 325 por ciento del PIB de la gran mayoría de los países desarrollados.

La desregulación y la libertad de movimientos del capital, la inversión institucional (fondos de inversión, fondos de pensiones y compañías de seguros) y el aumento de volatilidad han sido los factores del enorme crecimiento de estos mercados. ¿Tienen todavía dudas de quién impone las políticas? Para no temblar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

!Qué viva la fiesta!.
y ¿Cómo acabará todo?

El autor dijo...

Con resaca.
Y posiblemente alguna desgracia.