viernes, 22 de octubre de 2010

Laissez faire, un poco de historia.

Quizás hayan oído hablar en alguna ocasión del término “Laissez faire”, un concepto, o teoría, que se utiliza en economía (me atrevería incluso a decir que en política) como sinónimo de “liberalismo económico” o “neoliberalismo”.

¿Qué supone el Laissez faire? Sencillamente, la reducción drástica de la influencia de los gobiernos, sobre todo, en la economía. Supone el predominio absoluto de la Ley de la oferta y la demanda en todos los sectores de la vida.

El origen, o base, del concepto radica en una filosofía imperante en Francia en el S. XVIII, y que fue adoptada por los denominados “fisiócratas”.

Fisiocracia significa “el gobierno de la naturaleza”.

Como decía, esta filosofía postulaba que era innecesario, así como indeseable, que los gobiernos se ocuparan de legislar. La legislación que no se ajuste a la naturaleza es superflua, y lo que está en conflicto con la naturaleza será destruido debido a que, a la larga, la ley natural es suprema.

Aún así, los fisiócratas eran partidarios de la monarquía y la nobleza. Partidarios de ausencia de legislación innecesaria, pero no carencia de leyes. La función del Rey (el Soberano) era dar expresión a la sabiduría divina que gobierna el universo, por lo tanto, debía ser un déspota absoluto. Sólo el monarca heredero, permanente y sin interés personal, puede armonizar los intereses de todos.

Indudablemente, los fisiócratas no eran muy partidarios de un “gobierno democrático”; sólo querían un déspota ilustrado que reconociera que el único camino a la felicidad es aceptar la ley de la naturaleza, la cual traería la revolución desde arriba.

El “Laissez faire” tiene, en la actualidad, plena vigencia en determinados sectores, no sólo económicos. La paradoja radica en que cuando las cosas van mal piden la ayuda de los diferentes gobiernos e instituciones.