jueves, 21 de octubre de 2010

RTVE.

Todos sabemos que desde principios de año podemos sentarnos tranquilamente en nuestras casas y ver una película en la televisión pública sin la molestia constante de esos tediosos y largos minutos dedicados a bombardearnos con todo tipo de anuncios publicitarios.

Decía mi amigo Beni: “ahí tienes tema ¿quién paga ahora la televisión y radio públicas?”; pues bien, de forma sencilla, objetivo primordial de este blog, podría decirles que el ente RTVE se financia de dos maneras: la primera, a través de los Presupuestos Generales del Estado, es decir, la televisión y la radio pública la pagamos entre todos. La segunda, mediante dos tipos de tasas: el primer tipo, ya existía anteriormente, por el uso del espacio radioeléctrico (la novedad radica en que lo que se recauda mediante estas tasas se destina íntegramente a financiar RTVE). El segundo tipo de tasas, de nueva creación, lo tienen que pagar las telecos y las televisiones privadas. Las telecos pagarán el 0,9 por ciento de los ingresos brutos anuales de explotación; esta tasa está recurrida ante el Tribunal Supremo y, actualmente, existe cierta sospecha respecto a su legalidad, por lo que está siendo investigada por Bruselas. Por su parte, las televisiones privadas pagarán una tasa que varía en función de si emiten en abierto o son de pago; en el primer caso asciende al 3 por ciento de los ingresos, en el segundo al 1,5 por ciento.

A fecha de hoy el total recaudado por tasas asciende a 148,57 millones de euros.

¿Podremos tener una televisión pública de calidad?


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A estas horas de la mañana me cuesta encajar la noticia de que una persona que hace unos días se manifestaba en contra de la reforma laboral hoy sea Ministro de Trabajo. Será cuestión de tiempo.



2 comentarios:

ANA dijo...

Valeriano Gómez se ha manifestado en contra de la reforma laboral, pero no se siente incómodo teniendo que defenderla ahora.
Es que los cargos tienen "algo",ya ves que no se quieren ir del gobierno por eso hacen esas reformas.

agremon dijo...

El caso no es que te cueste encajarlo a ti; es que no parece que le cueste encajarlo a el.