Para los que desconocen cuáles son los incentivos que mueven el mundo financiero todavía resulta difícil de entender cómo unas entidades financieras, que se supone deben tener los correspondientes instrumentos de medición de riesgos, han sido capaces de entrar en la espiral de conceder préstamos y créditos de una forma tan ligera. Me refiero a aquellos préstamos concedidos sin la correspondiente garantía que han devenido en insolventes, así como aquellos créditos al consumo concedidos a personas cuyos niveles de endeudamiento rozaban límites peligrosos.
Y la incredulidad es todavía mayor si se analiza el proceso general de concesión de créditos. Claro que al final uno termina atando cabos. Otro día les hablaré de algunos de los incentivos que motivaron ciertas conductas. Alguno de ustedes ya estará pensando en el principal incentivo.
Cuando acudimos a una entidad financiera en busca de un préstamo para satisfacer algunas de nuestras necesidades actuales, automáticamente se inicia un proceso que consta de varias fases:
En primer lugar, la solicitud por parte del demandante. A ésta se acompañarán sendos informes, uno, considerado de máxima utilidad, del delegado de la oficina, en el que se informa, entre otras cosas, del conocimiento que se tiene del cliente, de las relaciones que mantiene con la entidad, de las relaciones comerciales que se le conozcan. El segundo es el informe del Jefe de zona, en el que se evalúa la situación socio-económica de la zona, la evolución económica de la oficina que tramita la información, etc.
Toda esta información pasa a una segunda fase denominada de comprobación, en la que se procede, en teoría, a la inspección ocular de los bienes o a la tasación pericial, según los casos. Asimismo los responsables de la entidad obtienen informes de sociedades especializadas e informes de los riesgos contraídos por el peticionario a través de la Central de Información de Riesgos (CIR) del Banco de España y del Registro de Aceptaciones Impagadas (RAI).
Relacionada con esta fase existe otra en la que personas ajenas a las que han recabado la información proceden al estudio económico-financiero del cliente, en la que analizan su solvencia (capacidad de pago, patrimonio existente, …).
Por último, tenemos la fase de aprobación, en la que se elabora un “nuevo” expediente que se remite al órgano decisor. Aquí se comprueban todos aquellos aspectos declarados que son relevantes y, si se concede el visto bueno, se formaliza documentalmente el crédito.
Previamente a todo este proceso existe una política establecida por la Dirección de la entidad y una Función de Riesgos que se encarga de la gestión “eficiente” de los riesgos. Ni que decir tiene que es la Alta Dirección la máxima responsable de identificar todos los riesgos a los que está expuesta la entidad así como de aprobar la estrategia de riesgos.
En la actualidad, y debido a la importancia cuantitativa de los riesgos, se han introducido Modelos de gestión del riesgo con el objetivo de identificar, medir, analizar y controlar los riesgos. Ahora bien, como dice el premio nobel Joseph E. Stiglitz en su último libro “Caída libre”, “las predicciones de un modelo son sólo tan buenas como las suposiciones en las que se basa; si uno estima incorrectamente las probabilidades todas las conclusiones del modelo estarán equivocadas” y continúa diciendo “muchos de los responsables de los mercados no tenían la facultad de evaluar si los modelos eran correctos o no” También hace referencia al hecho de que muchos responsables tenían pocos incentivos para comprobar la bondad de dichos modelos, debido a las magníficas retribuciones que estaban obteniendo.
En fin, poco más que añadir salvo que tampoco quedan inmunes las autoridades supervisoras.
Y la incredulidad es todavía mayor si se analiza el proceso general de concesión de créditos. Claro que al final uno termina atando cabos. Otro día les hablaré de algunos de los incentivos que motivaron ciertas conductas. Alguno de ustedes ya estará pensando en el principal incentivo.
Cuando acudimos a una entidad financiera en busca de un préstamo para satisfacer algunas de nuestras necesidades actuales, automáticamente se inicia un proceso que consta de varias fases:
En primer lugar, la solicitud por parte del demandante. A ésta se acompañarán sendos informes, uno, considerado de máxima utilidad, del delegado de la oficina, en el que se informa, entre otras cosas, del conocimiento que se tiene del cliente, de las relaciones que mantiene con la entidad, de las relaciones comerciales que se le conozcan. El segundo es el informe del Jefe de zona, en el que se evalúa la situación socio-económica de la zona, la evolución económica de la oficina que tramita la información, etc.
Toda esta información pasa a una segunda fase denominada de comprobación, en la que se procede, en teoría, a la inspección ocular de los bienes o a la tasación pericial, según los casos. Asimismo los responsables de la entidad obtienen informes de sociedades especializadas e informes de los riesgos contraídos por el peticionario a través de la Central de Información de Riesgos (CIR) del Banco de España y del Registro de Aceptaciones Impagadas (RAI).
Relacionada con esta fase existe otra en la que personas ajenas a las que han recabado la información proceden al estudio económico-financiero del cliente, en la que analizan su solvencia (capacidad de pago, patrimonio existente, …).
Por último, tenemos la fase de aprobación, en la que se elabora un “nuevo” expediente que se remite al órgano decisor. Aquí se comprueban todos aquellos aspectos declarados que son relevantes y, si se concede el visto bueno, se formaliza documentalmente el crédito.
Previamente a todo este proceso existe una política establecida por la Dirección de la entidad y una Función de Riesgos que se encarga de la gestión “eficiente” de los riesgos. Ni que decir tiene que es la Alta Dirección la máxima responsable de identificar todos los riesgos a los que está expuesta la entidad así como de aprobar la estrategia de riesgos.
En la actualidad, y debido a la importancia cuantitativa de los riesgos, se han introducido Modelos de gestión del riesgo con el objetivo de identificar, medir, analizar y controlar los riesgos. Ahora bien, como dice el premio nobel Joseph E. Stiglitz en su último libro “Caída libre”, “las predicciones de un modelo son sólo tan buenas como las suposiciones en las que se basa; si uno estima incorrectamente las probabilidades todas las conclusiones del modelo estarán equivocadas” y continúa diciendo “muchos de los responsables de los mercados no tenían la facultad de evaluar si los modelos eran correctos o no” También hace referencia al hecho de que muchos responsables tenían pocos incentivos para comprobar la bondad de dichos modelos, debido a las magníficas retribuciones que estaban obteniendo.
En fin, poco más que añadir salvo que tampoco quedan inmunes las autoridades supervisoras.
2 comentarios:
Querido amigo:
Como sabes, este que che fala tén tres créditos: dous corretean a diario pola casa e, aínda que ás veces tamén costa traballo facerlles fronte, ún non pode por menos que considerarse afortunado. O terceiro toma puntualmente forma na miña vida tódolos derradeiros días de cada mes.
Se falamos deste último, e á vista do teu -coma sempre- didáctico e entretido artigo, ún asústase ó coñecer cómo as entidades financieiras (ou mellor, quen as dirixe)son responsables de xerar un interesado vacío entre a fases de solicitude e aprobación dun préstamo. E iso con independencia das súas distintas políticas e funcións de riscos.
¿En mans de quén estamos cando se manipulan intencionadamente unhas premisas para conquerir chegar ás conclusións máis axeitadas para os seus intereses?. E o que é peor, ¿tal é o seu poder como para que quen pode chamalos a capítulo non se atreva a o facer?. ¿Ou será que tamén estos están invitados ó convite?.
Unha aperta e, unha vez máis, parabéns polo teu traballo.
MENUDA LA QUE SE MONTA Y NOSOTROS SIN SABER NADA DEL TEMA.
GRACIAS POR LOS ARTICULOS.
SE ENTIENDEN BIEN Y SON AMENOS.
ME ENCANTA LA ECONOMÍA AUNQUE SOY MÉDICO.
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