Una de las propuestas que se propone para salir de la crisis, sobre todo en lo que respecta a nuestro país, es la reducción del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF). Con ello se pretende impulsar la economía hasta alcanzar un crecimiento del PIB del 2,5%, porcentaje que se estima necesario para que nuestra economía cree empleo.
La Fundación de las Cajas de Ahorro (Funcas) ha puesto de manifiesto a través de una de sus publicaciones un estudio que recoge el impacto que tendría tal medida (medida defendida sobre todo por un sector ideológico). 25.000 millones de euros se dejarían de recaudar, un 35% de los ingresos previstos para este año. Los autores del estudio consideran un “coste excesivo” que llevaría a aumentar el déficit público, “absolutamente inabordable”.
Un recorte de este calibre en los ingresos supondría también llevar a cabo un recorte de gastos públicos, salvo que éstos se financien en los mercados, y ya saben cómo anda el mercado.
Menor gasto público (es decir, reducir pensiones, salarios públicos, transferencias,…) podría suponer una menor recaudación (un efecto global contractivo; sin rentas disponibles no se consume y sin consumo no se recauda). Resumiendo, reducir gastos y bajar impuestos no es garantía de reactivación de la economía. Afirman los autores que las reducciones de impuestos son más efectivas en etapas de crecimiento.
Al hilo de lo expuesto, recuerdo que en alguna entrada anterior hacía referencia a esta situación. Cuando las familias están fuertemente endeudadas, cuando sus expectativas sobre la situación económica no son buenas, una reducción de impuestos, un aumento de su renta disponible, no se traslada al consumo, sino al ahorro o al pago de las deudas (véase préstamos hipotecarios).
Cuando en estos tiempos escuchen hablar de bajada de impuestos, sospechen. Posiblemente en la foto aparezcan retratadas, pero, lean la letra pequeña.
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