lunes, 13 de junio de 2011

Manifiesto VII.

Antes del paréntesis obligado habíamos estado comentando el manifiesto que nuestros economistas aterrados habían publicado con gran éxito. Retomada nuevamente la actividad de bloguero vamos a continuar analizando las falsedades recogidas en dicha publicación y que han sido aceptadas como hechos irrefutables por gran parte de los agentes económicos. Dejamos a un lado la falsedad número 7, que será retomada en otra ocasión, y nos centramos en la número 8: La Unión Europea defiende el modelo social europeo.

Dicen nuestros economistas que en esta nuestra Europa conviven dos visiones enfrentadas pero que se mantienen a una cierta distancia para no verse en la obligación de entrar en combate. Una de ellas, la de los socialdemócratas, defendiendo una Europa que debería tener por objetivo promover el modelo social que tuvo su origen en los compromisos sociales alcanzados tras la Segunda Guerra Mundial (protección social, servicios públicos, políticas industriales). Sin embargo, la otra, la visión dominante, tanto en Bruselas como en la mayoría de los gobiernos nacionales, tiene por objetivo adaptar las sociedades europeas a las exigencias de la globalización (eufemismo de mercado), poner en tela de juicio el modelo social y desregular la economía (cuantas menos leyes, decretos, normas,… mejor). La preeminencia de la competencia, abierta no solo al mercado europeo, sino también al resto de inversores mundiales, el libre mercado. La disminución de la importancia de los servicios públicos.

La organización de la política macroeconómica (Banco Central Europeo) está marcada por la desconfianza respecto a los gobiernos elegidos democráticamente. No se ha establecido ninguna política coyuntural común ni se ha definido ningún objetivo común en términos de crecimiento o de empleo. No se tienen en cuenta las diferencias de situación entre los países porque el Pacto de Estabilidad no se interesa ni por las tasas de inflación ni por los déficits exteriores nacionales.

Dos medidas que se proponen para debate: una, cuestionar la libre circulación de los capitales y de las mercancías entre la UE y el resto del mundo, estableciendo acuerdos multilaterales o bilaterales entre los países, y otra, convertir “la armonización en el progreso” en el hilo director de la construcción europea, establecer objetivos comunes en materia de progreso social como en materia macroeconómica.

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