martes, 6 de julio de 2010

¿A dónde vamos?

Durante estos últimos años parecía existir en la sociedad un único objetivo, el crecimiento. Países y empresas se marcaban metas de crecimiento continuo; los primeros mostraban al resto del mundo su capacidad para crecer, con tasas del PIB (Producto Interior Bruto) que superaban una y otra vez a las publicadas en años anteriores; se suponía que con esas tasas se lograba aumentar la calidad y bienestar de sus ciudadanos. Las segundas, tenían como objetivo mostrar a sus accionistas y a los mercados las virtudes de sus negocios. Sus cuentas de resultados mostraban dígitos sorprendentes; la cotización de sus acciones subía hasta límites insospechados creando un falso efecto de riqueza. Se buscaban nichos de mercado y se creaban necesidades en los ciudadanos con el único propósito de aumentar el consumo; los “bonus” (millonarios) de los directivos dependían de ello.

En uno y otro caso, el objetivo del crecimiento se superponía a cualquier otro logro; se vendían los efectos positivos de dicho crecimiento mediante términos como “Responsabilidad Social Corporativa”, “Crecimiento sostenido” …

En 1972, una organización formada por más de 100 especialistas (científicos, economistas, sociólogos, …), independientes, denominada el “Club de Roma”, publicó un informe titulado “Los límites del crecimiento” en el que se advertían las consecuencias que tendría una irreflexiva búsqueda de crecimiento indiscriminado por parte de los países industrializados: agotamiento de los recursos mundiales, deterioro del medio ambiente y predominio de los valores materiales en la sociedad.

40 años después ¿Qué ha sucedido?

Vuelve a estar de actualidad el debate sobre la energía nuclear (agotamiento de los recursos) y el calentamiento de la tierra (deterioro del medio ambiente); respecto al predominio de los valores materiales poco que añadir; en otro informe publicado en 1991 esta organización afirmaba: “las superficiales satisfacciones del consumismo son incompatibles con una vida humana digna que necesita un profundo sentido de la propia personalidad. Conduce, a través de la codicia, a muchas de las manifestaciones del malestar …”.

El tiempo vuela, nuestras vidas se acaban y, sin embargo, somos incapaces de vencer nuestra insaciable ansia por adquirir más y más posesiones mundanas”.

ADI SHANKARACHOYA.
Filósofo hindú. S. VIII.

2 comentarios:

Jose dijo...

¿E quen pode parar todo isto? Se esperamos que o arranxen os políticos penso que moi mal imos.
Supoño que serán as propias crises económicas quenes frenen este afán de crecemento e consumo, ó meu entender unha crise é un axuste por algo que se está facendo mal.
A pena é que soen pagar os máis débiles, ainda que hai que pensar que o afán de consumismo levounos a vivir moi por encima das nosas posibilidades.
Hai quen dice que non é máis rico o que máis ten, senón o que menos necesita.

Noraboa polos artículos.

manuel(psicólogo). dijo...

Ciertas sociedades fomentan una visión de la vida más positiva que otras.Una extensa recopilación de investigaciones multinacionales,reveló que los habitantes de Noruega, Suiza, Suecia,Dinamarca,Estados Unidos, Italia y Canadá se situaban en el extremo positivo del termómetro,seguidos de Irlanda,Francia, España.En el polo pesismista se encontraba Rusia, Ucrania,Georgia, Corea del Norte,Turquía,India,Paquistán,Brasil y China.
Aunque los investigadores detectaron una relación moderada entre el nivel de optimismo y su renta per cápita y tasa de empleo,la conexión más significativa que encontraron fue entre el optimismo y el grado de libertad o democracia de los sistemas sociales de cada uno de los países.Su conclusión fue que los sistemas democráticos son un buen caldo de cultivo para el optimismo.Por el contrario, las sociedades que prescinden de instituciones o de un ordenamiento jurídico para ejercer la autoridad, y en las que el poder se concentra en una sola persona o una minoría selecta, fomentan derrotismo.
Las transiciones a los sistemas democráticos pueden ser muy violentas, como vimos en la antigua Yugoslavia o en Iraq.Pero una vez que se estabiliza el equilibrio entre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, la democracias suelen impulsar intereses de la mayoría sin sacrificar los derechos de las mínorias.