martes, 22 de junio de 2010

Qué podemos hacer

Artículo publicado en el mes de mayo en el semanario local "La Comarca del Eo".


Dijo una vez Albert Einstein que “En momentos de crisis, sólo la creatividad es más importante que el conocimiento”. Nos encontramos en un tiempo en el que su aplicación práctica es más necesaria que nunca. La decepción se ha instalado entre nosotros y lo cierto es que motivos no nos faltan; cada vez que leemos un titular en la prensa, escuchamos la radio o vemos la televisión únicamente recibimos datos negativos y en la calle con más frecuencia escuchamos la frase “esto está muy mal”. Pero existe un peligro aún mayor que la decepción y este es la pasividad.

Es cierto que la situación que estamos viviendo no es la más idónea; la negativa evolución de las variables externas afectan a empresas y autónomos de manera brutal; mercados paralizados por la escasa demanda, retrasos en los cobros de las ventas, tiranía de los proveedores, rumores negativos, insolvencia de clientes, mala suerte, … Todos ellos factores externos que condicionan de una u otra manera el día a día de empresas, autónomos y trabajadores, repercutiendo, como no puede ser de otra forma, en la vida familiar. El miedo paraliza.

Llegados a este extremo, buscamos en los “otros” la solución a nuestros problemas. El Gobierno, sea Central o Autonómico, actual o futuro, incluso la Administración local, son los que tienen que sacarnos las castañas del fuego.
Pero, ¿Creen qué la Administración va a cambiar el rumbo de los acontecimientos a corto plazo? Las políticas que se implantan o que se pretenden implantar, incluso aquellas que se plantean como soluciones posibles, darán sus frutos a medio plazo, pero no a corto plazo. Ciertas medidas pueden paliar momentáneamente la gravedad de la situación, evitando que miles de personas se vean abocadas a unas condiciones que rayan la miseria. Pero somos nosotros, con los mecanismos que la Administración posee, los que debemos intentar revertir esta situación. Tenemos los recursos naturales, técnicos y humanos suficientes para dar un giro de 180 grados. No todos los problemas son externos, no todos proceden de fuera. Las pequeñas empresas y autónomos, junto con los trabajadores, debemos buscar soluciones pro-activas.
Ante situaciones complicadas las empresas buscan reducir sus costes y directamente fijan sus objetivos en el despido de trabajadores. Solución fácil. Ahora bien, si el problema reside en una escasa demanda, si las empresas no consiguen vender sus productos y servicios ¿un incremento del desempleo mejorará sus ventas? Se instala un clima de desconfianza, el trabajador que es despedido verá reducidos sus ingresos y, sobre todo, sus expectativas de renta futuras con lo que reducirá su consumo a aquellos bienes de primera necesidad. ¿Y aquellos trabajadores que todavía mantienen su empleo? Pueden ser los siguientes en pasar a formar parte de las colas del INEM; sus expectativas tampoco serán muy halagüeñas y con toda probabilidad intentarán reducir sus gastos, aumentar sus ahorros y como consecuencia reducirán su consumo.

No pretendo dar una receta mágica para solucionar todos los males que nos afectan en estos tiempos difíciles, pero al menos me gustaría dar alguna orientación que pudiera ayudar a cambiar este clima de desconfianza.

Insisto en que las empresas (incluyo a empresarios personas físicas) no deben buscar el origen de sus males únicamente en factores externos. Existen problemas internos en muchas de ellas que deben ser detectados a tiempo para evitar que su dimensión aumente hasta niveles insostenibles. Solemos decir que una persona se encuentra en buen estado de salud cuando ciertos “parámetros” se mantienen estables dentro de unos intervalos determinados (tensión arterial, colesterol, glucemia…). Las empresas en este sentido son como las personas; disponen de una estructura económica-financiera que debe ser revisada de forma continua para evitar que un día nos encontremos con sorpresas desagradables. Ratios de endeudamiento, de solvencia o de liquidez inapropiados, fondos de maniobra inusuales en su sector, estructura de financiación inadecuada, gastos financieros excesivos en relación a las ventas, rentabilidades insuficientes, stocks sobrevalorados, inexistencia de presupuestos de tesorería, inmovilizados obsoletos con importantes gastos de mantenimiento, son algunos indicadores de que algo no funciona. A todos estos indicadores podemos unir la existencia de plantillas de trabajadores poco motivadas y con necesidades acuciantes de formación y, sin olvidar, que en muy pocas ocasiones se le da importancia a una buena planificación fiscal que nos permita hacer frente a los impuestos sin salirnos del marco legal.

Pero, ¿Qué podemos ajustar?

En primer lugar, los gastos generales. Implica cambios en el comportamiento de los trabajadores; son ellos los que deben beneficiarse de las medidas y por lo tanto deben contribuir de manera activa a su aplicación: ahorros energéticos, consumo telefónico, impresión de documentos, utilización de bienes de equipo para fines personales, hospedaje en viajes de trabajo, …

En segundo lugar, el ajuste de plantilla. Aquí es donde la creatividad juega un papel importante; no existe únicamente la alternativa del despido como ajuste. Por ejemplo, las excedencias; existen periodos de baja demanda que pueden aprovechar aquellos trabajadores dispuestos a disfrutar de un periodo sabático dedicado a su formación a cambio, por ejemplo, de un porcentaje de su salario y de la seguridad de volver nuevamente a su puesto de trabajo; o las reducciones de jornada, para que coincidan con periodos de vacaciones escolares o con periodos estivales.
Debemos recordar que no todos los trabajadores tienen prestación por desempleo y aunque así fuese, el hecho de permanecer largos períodos de tiempo fuera del mercado laboral dificulta enormemente su reingreso.
Buscar fórmulas menos traumáticas que el despido contribuye a crear un buen clima laboral y aumentar la motivación del trabajador. En muchos casos será éste el que ayude a conseguir nuevos clientes, nuevos productos o nuevas estrategias, aportando ideas que contribuyan de forma positiva a la empresa.
Esta es una de las principales tareas de la dirección, encauzar los objetivos individuales de los trabajadores hacia el propio objetivo empresarial y, actualmente, un gran número de trabajadores están preocupados por su continuidad y permanencia en la empresa, lo que puede llevar a la paralización de la viabilidad de muchos proyectos empresariales.

Por último, no debemos olvidar que en ocasiones las empresas no consiguen la financiación que precisan de las entidades financieras debido al hecho de que éstas valoran de forma muy negativa empresas descapitalizadas, con estructuras financieras que muestran dificultades a medio y largo plazo. Los estados financieros de las empresas (balances, cuentas de pérdidas y ganancias, …) dan mucha información (composición del pasivo, ratios de endeudamiento) que las entidades financieras analizan con mucho detenimiento, cerrando en muchas ocasiones posibilidades de financiación (leasing, factoring, confirming, descuento de efectos, líneas de crédito, …).
Tampoco debemos olvidar la posibilidad de acudir a las subvenciones que la Administración pone a nuestro alcance o acudir al Instituto de Crédito Oficial en busca de mejores condiciones.

Tenemos recursos, excelentes profesionales, contamos con generaciones con una alta preparación académica, disponemos de tecnología, de mejores vías de comunicación (con alguna excepción), en definitiva, disponemos de los medios para que entre todos pongamos nuevamente en marcha este tren. Creatividad, imaginación, reflexión. Esta puede ser la clave para el inicio de la recuperación. No adoptemos una actitud pasiva esperando que sean los “otros” los que solucionen nuestras dificultades. Hemos vivido tiempos mucho más difíciles y hemos conseguido salir adelante. “Lo que vemos no es necesariamente todo lo que existe” Nicholas Taleb.

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