Estoy confuso. Sí, lo reconozco. No sé si es por la hora en la que escribo estas líneas o como consecuencia de elementos externos. Voy intentar analizar los motivos que me llevan a ello.
Tenemos en marcha, como todos ya sabrán, una reforma laboral, con una ley vigente en la actualidad, y un proyecto de reglamento con el fin de dar efectos prácticos a esta ley. Bien; predominan en el articulado de la norma expresiones como “prevenir”, “evolución”, “pérdidas previstas”, etcétera, como causas para justificar las medidas de flexibilidad interna en las empresas. Para que me entiendan, reducciones de jornada, cambios en el puesto de trabajo,…, medidas que se aplicarán como alternativa al despido. Podrán observar que se trata de predecir el futuro, o, mejor, calcularlo.
Pero, y según he podido leer, estas causas son las mismas que las que se utilizan para llevar a cabo los Expedientes de Regulación de Empleo (EREs) de extinción, de despido. Sin embargo, mi confusión no radica aquí, no; al fin y al cabo la diferencia entre ambas causas se encuentra en su temporalidad, cuestión ésta que también daría mucho que comentar. Mi confusión reside en la aparente distancia que existe entre los planteamientos de los juristas y los del mundo empresarial, y como el planteamiento es mas bien filosófico, este último representando por los diferentes académicos, estudiosos, que ponen la primera piedra.
Existen cientos de manuales, de documentos, de estudios, que se han dedicado a analizar las causas que han llevado a muchas empresas a la quiebra, manuales que han detectado los errores cometidos por los directivos, y manuales que han dado respuestas, o al menos orientaciones, para evitar el fin último, el despido de los trabajadores y el cierre de las empresas. Algunos de los errores más frecuentes que cometen las empresas para salir de situaciones como la actual hacen hincapié en la “reasignación de recursos”, que terminan minando la cultura imperante en la empresa, creando malestar, desmotivación, tanto en los trabajadores, como en los proveedores y en los clientes; otras, se dedican a reducir gastos en todos los niveles, desde los asociados a las ventas, lo que lleva a distanciarse del cliente, y ya se sabe que un cliente desatendido es un cliente perdido, hasta los gastos de formación y desarrollo de los trabajadores, creando empleados que terminan actuando como autómatas.
Y todo el planteamiento gira en torno a un eje, el beneficio “esperado”, el futuro.
Mientras unos pretenden dar soluciones anticipándose a las posibles consecuencias, mejor dicho, evitando los efectos perniciosos, otros utilizan las previsiones para legislar sobre los efectos negativos que pudieran producirse.
En resumen, unos dan soluciones para evitar los efectos, otros legislan sobre los efectos que aún no se han producido; unos se posicionan antes del futuro (podríamos incluso decir en el pasado) y otros en el futuro para corregir los efectos.
“Pérdidas previstas”, “Evolución negativa”, “Prevenir”, ¿jugamos a adivinar el futuro? ¿Qué plazo utilizamos para efectuar proyecciones? ¿Seis meses, un año, dos, tres? Y, si una empresa considera que “va a sufrir” pérdidas en el futuro ¿Por qué no se anticipa con la misma rapidez para elaborar sus estrategias de negocio que eviten esas pérdidas? Porque, digo yo que, si soy capaz de prever pérdidas también seré capaz de ver donde radican las causas. ¿O no?
Estoy confuso.
1 comentario:
Tu, si. Pero diría que gente que apuesta a invertir, no. Y creo que hace falta distinguir entre apostar por invertir, invertir a secas, crear empresa, etc.
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